Tú, la paloma que anida en mi corral
trenzada con un collar que te hace mía,
vendrás por la tarde a ofrecerme té y naranjas
y pedirás con pudor, permiso para desposarte:
un vuelo hacia el este en número de dos.
La miel y la leche que de tus labios bebí
no hace menos amarga la despedida
eso me hace hombre y sigo el consejo del sabio:
yacer con concubinas, esclavas, esposas.
Así te apreso para siempre,
paloma de mi corral:
en otro vientre.
jueves, 22 de marzo de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario