Te hice isla
con mi nostalgia
de mar.
Te hice árbol
desde mi origen
de pájaro
Te haré fuego
por mi aflicción
de perro herido.
Serás la tierra
y alumbrarás caracoles
que recorrerán el mundo.
Quiero que el aire fuerte de la noche más honda quite flores y letras del arco donde duermes y un niño negro anuncie a los blancos del oro la llegada del reino de la espiga. (F. Garcia-Lorca)
Te hice isla
con mi nostalgia
de mar.
Te hice árbol
desde mi origen
de pájaro
Te haré fuego
por mi aflicción
de perro herido.
Serás la tierra
y alumbrarás caracoles
que recorrerán el mundo.
Arcilla y cal
Paja y arena
Yeso y ramas
Menta y laurel.
Leche y miel
Té y naranjas
Higos y pan
Bronce y azúcar
Especias y ámbar.
Seda y azufre
rosas y espinas
agonía y resurrección.
Las palabras que te nombran
y las que cuelgan de ti
prendidas de tu collar
superan los contrarios
se enredan en el todo
y son el Todo y te nombran,
a ti paloma ausente de mi corral,
ángel y humanidad,
revelación de la sutileza
desfile de lo sublime
muralla del conocimiento:
un pie tuyo por todos mis camellos,
una estirpe entera se rendirá
a las espigas de tu cabello:
hasta
que de ellas
brote
el pan.
Morir antes de morir
y dejar de visitar a las mujeres
conservar las aptitudes del que mira
y ser, para Él, todo ojos.
Conservar la existencia de por vida
y no revelar el nombre del Amado
sus cualidades de vino inmortal
y liberarse de las cadenas del acto.
Pura unidad, sin diferencias con el Ser
y en su regocijo de siervo dichoso
recorrer el camino hacia atrás,
los confines infinitos del regreso.
Morir antes de morir
y conservar los atributos del dos
el tesoro oculto de la amada
en un vientre con rango de totalidad.
Y ser fuego, sin añadir nada al fuego
y ser brasa de la hoguera y no quemarse.
Ser amor en ella y no consumirse
porque la amada es amor en si y no arde.
Esa clase de amor que sólo admite
borrar sus efectos a través del don,
fundida en la caridad del que se da:
una fuerza que posee y en ella existe.
La locura es mi aliada
Veo en medio de la bruma
Ardo en un océano de agua
Me licúo en el corazón del fuego.
Yo evoco al triple ser que es creado
y creador, realizado y morador.
El más sensible y espiritual de los estados
se limita al océano del equilibrio.
El haz en el agua y su naturaleza inerte
se sumerge, inmutable, en el polen de una flor
y flota en el aire y surge de los árboles
y se encarna en el Profeta: el elegido
que reúne lo revelado y lo interpreta
y encuentra en Él, la luz que guía al ciego
La manifestación de Dios en él,
un universo vedado para los asnos.
Es media luna, paloma, aquí en el norte
y Berenice es cómplice de mis anhelos:
una odalisca vieja de frutas amargas
que sólo calcina con ternura mis ojos cansados.
Es media luna, paloma, aquí en nuestra jaima
donde sólo los camellos conversan entre sí
y ofrecen testimonios de prudencia al malhechor
no distingo los colores, pero advierto los jazmines.
Las rosas y las espinas conviven en mi recuerdo
y el té y las naranjas, la leche y el ámbar
ya no son las mismas, sin haber cambiado
ni su esencia o contenido o paladar.
Sólo el significado cambia en el instruido,
en aquél que goza de la sutileza del rango
y convive tanto tiempo con la castidad.
¿Acaso el santo no te alcanzara en su vuelo?
a ti paloma, que lejos de mi y con otro vino
embriagas con fluidos el descanso de otros,
más verdes que la albahaca tus ojos
y demasiado blanca tu piel para el desierto,
resurgirás en otro vientre, en otra sangre
poblarás las salinas y las ventiscas
te harán saber de donde procede la miel
y sostendrán una vela y soplarás enjambres
extendiendo un regocijo de avispas,
que zumbarán desde Asia Menor a Samarkanda:
en los confines del mundo, hay una paloma