lunes, 12 de marzo de 2007

El que ama

La manifestación del que ama
es el doble nombre de una letra única,
Dios propone símbolos con sus actos
y hace así al objeto inteligible.

El alfabeto le proporciona trazados
y propone alusiones sutiles y muestra enigmas
y secretos de la Unidad indistingibles:
Dios y sus criaturas son dos nombres

que designan un doble ser y son distintos
aunque el Todo cabe en uno y su cantidad,
el Uno que en su multiplicidad
manifiesta las analogías de lo diverso.

Y a la llamada de la Divina realidad
se consume en la hoguera de su rango,
pues el arquitecto divino, aun postrado
no puede ser esclavo de su creado.

Y alcanzar cualquier rama en el camino
más allá de la ciencia de las letras
que reune lo creado con su artificio
y se trasciende por su espíritu exacto.

En su cuerpo hay ahora alma y sonido
y se entremezclan la gramática y la poesía
en su iluminación que recorre mundos
dos trayectos de regreso y son cantidades.

Hay una luna para la Verdad
y una Luz para su desarrollo completo
la luz del hombre que es su síntesis
y que sucede a la oscuridad de lo ajeno.

Y a la verdad del otro instantánea
que convoca el Verbo a la taberna
y que mantiene el cosmos entero
flotando en el Haz emisario, enajenado:

enajenado del Todo
articulado en el designio
de donde todo es manifestación
del Demiurgo.

Nada hay más allá de esa Esencia
ni al lado, arriba, debajo o detrás,
la realidad que calcula el Ser imperativo
que era y fue y es el Ser realizado.

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