Es mi amante, esa mujer,
la concubina, la esclava
que me embriaga y me abarca
con sus roja cabellera de brasa
ceñido por el fuego de su boca,
mas allá de mi vientre la hallo,
ocupada en su vorágine de labios
de dulce y obscena, ebullición núbil.
Mientras la observo,
en la penumbra de la tarde, los olivos
recorren con su sombra, la huella
de una lengua que derritió la luz,
y se hizo materia
en mi ombligo yacente.
domingo, 18 de marzo de 2007
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