De mi jaima, de mi tienda,
de la casa que conoces por ser tuya,
saldrás un amanecer para hacerte isla
y navegar con los vientos que anuncian la sal,
transformar la albahaca en laurel nupcial
y los enjambres en gallardetes.
Ahuyentaré las avispas a silbidos
mientras los camellos pacen en la explanada:
el novio descansa, hasta que la noche irrumpa
y tu cuerpo, no sea más uno
sino dos, o cuatro, u ocho .
Sobre tu pubis rasurado
vertirá, -sediento-
un manantial desbordante
y te hará río
y fluirás sin fin,
y una nube de caracoles
partirán más tarde en rumbo
de una guarida de caracoles exiliados,
y le darán tu nombre a las especias
y las caracolas inscribirán en ti
su presunción de belleza mineral
y colgarán de tu cuello las amatistas
y el coral oscurecerá tus mejillas y la sal
finita del tiempo abrasará aquella dulce trenza
que fue mía y ahora es un don.
miércoles, 21 de marzo de 2007
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